Círculo de Bellas Artes de Castelló. Ars Calvi
Calle Compositor Vicente Asensio 6 Bajo. 12003 Castellón
Kenryo
Hara & BOK-KOKU墨 刻
Del 8 al 30 de enero de 2020
Inauguración: Miércoles 8 de
enero a las 19:30h.
Kenryo Hara & BOK-KOKU 墨 刻
Círculo de Bellas Artes de Castelló. Ars Calvi
Calle Compositor Vicente Asensio 6 Bajo. 12003 Castellón
Kenryo
Hara & BOK-KOKU墨 刻
Del 8 al 30 de enero de 2020
Inauguración: Miércoles 8 de
enero a las 19:30h.
La insularidad de Japón, su
distancia de Occidente y la mirada eurocéntrica que durante siglos
predominó en el arte occidental, fueron las causas del conocimiento tardío de las milenarias tradiciones japonesas.
También en parte porque Japón, desde tiempos remotos, limitó el contacto
estricto con quienes consideraba extranjeros y “bárbaros”. No fue hasta en 1853 cuando se rompió ese
aislamiento y, desde entonces, el arte
japonés ha copado el interés de numerosos especialistas y artistas que
se rindieron ante la exquisita síntesis entre técnica y sensibilidad que
mostraban sus producciones. Esta combinación es la que se hace evidente en la
muestra que Kenryo Hara presenta en El Círculo de Bellas Artes de Castellón (“西班牙“O+O画廊”(“东西方画廊”).
Residente en Tokyo y de
reconocida trayectoria internacional, el artista centra
su atención en las inscripciones ancestrales procedentes de China durante las
dinastías Shang-Zhou. Para esta ocasión reúne composiciones de varios artistas
de su escuela que utilizan tinta sobre papel y rasgos
lexicográficos que pueden confundirse con caligrafía pero que no lo son. Es más, el
triunfo del empleo de los ideogramas japoneses reside en usar caracteres para
representar ideas sin valor fonético. De hecho consiste en la capacidad de
dibujar conceptos para ver, una y otra
vez, lo que no ha sido ni escrito ni pronunciado. Atendiendo
a los componentes del procedimiento creativo, hay que saber que BOK = 墨
significa tinta china y KOKU
= 刻 significa tallar. Se
trata de una técnica que remite a las líneas que se encontraron talladas sobre
conchas de tortugas, huesos de animales,
cerámicas y recipientes de bronce usados en rituales como símbolos de
autoridad. De este modo los alumnos de Kenryo Hara expresan un renovado interés en los antiguos
caracteres chinos que conforman una escritura ideográfica a base de kanjis o
ideogramas donde lo primordial son las ideas más que los sonidos o los
vocablos. En consecuencia, en los
trabajos que componen la exposición no
se da una escisión entre pintura y escritura y las combinaciones de tinta, casi
siempre monocromática, contienen trazos alusivos, realizados con pinceladas que
han sido ejecutadas con gran rapidez y
seguridad.
De ahí la influencia que
el arte japonés tuvo en Occidente en el siglo XX, en los movimientos pictóricos
conocidos como expresionismo abstracto y
action painting que se decantaron más por el gesto que por el signo. Las piezas
BOK-KOKU son un modo de
traducción directa de un estado de ánimo, donde lo trazado entra en el ámbito
de un proceso de evolución personal que conecta el arte con lo primitivo y lo
sagrado. Lo pintado dibuja una danza psíquica que recrea una representación
donde lo importante no es que pueda
enunciarse en frases o palabras sino plasmarse en imágenes que activan ideas.
Se trata de un arte que no se dirige, en términos de lenguaje, a averiguar de
qué hablamos cuando lo contemplamos. Más bien repara en aquello que sentimos en
nuestro interior a fin de crear un nuevo tipo de inteligibilidad que no desdeña
lo espiritual.
Amparo Zacarés – Universitat Jaume I – UJI
Associació Valenciana de Crítics d´Art – AVCA
La insularidad de Japón, su
distancia de Occidente y la mirada eurocéntrica que durante siglos
predominó en el arte occidental, fueron las causas del conocimiento tardío de las milenarias tradiciones japonesas.
También en parte porque Japón, desde tiempos remotos, limitó el contacto
estricto con quienes consideraba extranjeros y “bárbaros”. No fue hasta en 1853 cuando se rompió ese
aislamiento y, desde entonces, el arte
japonés ha copado el interés de numerosos especialistas y artistas que
se rindieron ante la exquisita síntesis entre técnica y sensibilidad que
mostraban sus producciones. Esta combinación es la que se hace evidente en la
muestra que Kenryo Hara presenta en El Círculo de Bellas Artes de Castellón (“西班牙“O+O画廊”(“东西方画廊”).
Residente en Tokyo y de
reconocida trayectoria internacional, el artista centra
su atención en las inscripciones ancestrales procedentes de China durante las
dinastías Shang-Zhou. Para esta ocasión reúne composiciones de varios artistas
de su escuela que utilizan tinta sobre papel y rasgos
lexicográficos que pueden confundirse con caligrafía pero que no lo son. Es más, el
triunfo del empleo de los ideogramas japoneses reside en usar caracteres para
representar ideas sin valor fonético. De hecho consiste en la capacidad de
dibujar conceptos para ver, una y otra
vez, lo que no ha sido ni escrito ni pronunciado. Atendiendo
a los componentes del procedimiento creativo, hay que saber que BOK = 墨
significa tinta china y KOKU
= 刻 significa tallar. Se
trata de una técnica que remite a las líneas que se encontraron talladas sobre
conchas de tortugas, huesos de animales,
cerámicas y recipientes de bronce usados en rituales como símbolos de
autoridad. De este modo los alumnos de Kenryo Hara expresan un renovado interés en los antiguos
caracteres chinos que conforman una escritura ideográfica a base de kanjis o
ideogramas donde lo primordial son las ideas más que los sonidos o los
vocablos. En consecuencia, en los
trabajos que componen la exposición no
se da una escisión entre pintura y escritura y las combinaciones de tinta, casi
siempre monocromática, contienen trazos alusivos, realizados con pinceladas que
han sido ejecutadas con gran rapidez y
seguridad.
De ahí la influencia que
el arte japonés tuvo en Occidente en el siglo XX, en los movimientos pictóricos
conocidos como expresionismo abstracto y
action painting que se decantaron más por el gesto que por el signo. Las piezas
BOK-KOKU son un modo de
traducción directa de un estado de ánimo, donde lo trazado entra en el ámbito
de un proceso de evolución personal que conecta el arte con lo primitivo y lo
sagrado. Lo pintado dibuja una danza psíquica que recrea una representación
donde lo importante no es que pueda
enunciarse en frases o palabras sino plasmarse en imágenes que activan ideas.
Se trata de un arte que no se dirige, en términos de lenguaje, a averiguar de
qué hablamos cuando lo contemplamos. Más bien repara en aquello que sentimos en
nuestro interior a fin de crear un nuevo tipo de inteligibilidad que no desdeña
lo espiritual.
Amparo Zacarés – Universitat Jaume I – UJI
Associació Valenciana de Crítics d´Art – AVCA